No me dejes sin mi silencio, te pedí, no te lo lleves todo, que no me quede con el tuyo todo, solo.
Que cuando no me acabe de haber ido me posea mi silencio mudo.
Porque puedas oírme cuando no me acabe de haber ido.
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Lo mismo que en la palma de la mano el trabajo incesante del destino, los senderos van y vienen: sus encuentros, sus desencuentros.
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Me haces de nuevo este país. Que cuando alguien diga Entre Ríos, yo me sonría por tu creación y por tu casa.
Que cuando alguien me diga viaje yo reencuentre al querido caracol que me pusiste aquella vez entre las manos.
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Por entre las ramas crece un brocal de espino, aquellos que no fuimos se mofan en lo oscuro.
Crece, crece hacia un fondo de barro sin un eco, ni tordo, ni una napa.
¿Crecerá mañana todavía, mañana entre otras, estas ramas de espino, mañana entre tu mano y aquellos que no fuimos?
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El rocío sobre esos rosales hasta bien entrada la mañana, terminarse fácil que tiene el sendero.
Todo lo que es línea. El sol en un trono. Tienes a los pájaros, el lugar de donde se volaron, el más breve incendio. De allí vuelvo, lugar vacío donde mis manos invitaron, dieron sombra.
¡Qué dormirse fácil tiene el verde, la rueda!
En alguna parte ya era no.
Arnaldo Calveyra (Entre Ríos, Argentina, 1929- París, 2015)
Fuente: "Arnaldo Calveyra, Poesía Reunida", Adriana Hidalgo Editora", 2012
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